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El Colapso de la Onda: Cómo el Observador Determina la Realidad a Nivel Cuántico (Física y Metafísica)


El Campo Unificado de la Conciencia: La Partícula Única que Crea Nuestra Realidad

 

Las tradiciones filosóficas y esotéricas que buscan la armonía entre la ciencia y la espiritualidad proponen un principio fundamental de Unidad Universal. Esta teoría establece que toda la realidad física, que percibimos como una infinidad de átomos y partículas, surge en verdad de una sola esencia, indivisible y fundamental. Esta partícula hipotética, que podríamos llamar el Radiante Primario (Prime Radiant), se caracteriza por su velocidad incalculable y la ausencia de masa. Gracias a estas propiedades, existe en todas partes al mismo tiempo, replicándose millones y miles de millones de veces. Esta unidad que se auto-multiplica a velocidad infinita es lo que percibimos como la materia compuesta por múltiples partículas distintas, operando bajo un "modo de tiempo compartido" (timesharing mode) universal. Por lo tanto, los átomos que componen nuestros cuerpos, otras personas, planetas y estrellas, son, en esencia, esa misma y única partícula.

 

Este principio de unidad fisiológica implica que cada individuo ejerce una influencia absoluta y determinante sobre el Universo. Dado que todo es la misma partícula esencial, cualquier cambio en nuestra vibración interna, patrón geométrico, o incluso la más mínima corriente eléctrica de un pensamiento en el cerebro, afecta la trayectoria de esa única partícula. Al modificar el camino de la partícula dentro de nosotros mismos, esta alteración repercute inevitablemente en cada una de sus otras combinaciones, es decir, en todo el Universo físico. Este enfoque se alinea con las premisas científicas sobre la integralidad del cosmos, donde el movimiento más pequeño en un lugar afecta al sistema en su conjunto. Por consiguiente, cuando nos cambiamos a nosotros mismos, literalmente cambiamos el Universo entero, creando una realidad nueva, única y existente solo en ese instante.

 

La esencia de esta teoría es inseparable del concepto de la Conciencia Mayor. Existe "El Uno" – una experiencia de existencia indiferenciada e ininterrumpida, que en sí misma carece de autoconciencia o experiencia, similar a una "nada" que es un estado no diferenciado. Sin embargo, dentro de esta esencia homogénea reside "Todo Lo Que Es" – el aspecto autoconsciente, Dios, que surge a través del primer reflejo. Para poder conocerse a sí mismo, "El Uno" tuvo que crear al "otro" – un reflejo especular que le permitiera fortalecer su propia "ipseidad" (su ser sí mismo). Es a través de este reflejo y la repetición constante a través de patrones vibracionales que surge la Creación y lo que percibimos como la expansión del Universo.

 

Este deseo de la Conciencia Mayor de conocerse a sí misma es la razón fundamental de la materialización: como el Universo no puede percibirse sin un reflejo, se materializa en una multitud de formas. Todo lo que experimentamos – espacio, tiempo, realidades paralelas y dimensiones – son meramente diferentes reflejos vibracionales y perspectivas en el único momento (Aquí y Ahora). Todo está compuesto de Conciencia, y la conciencia es la autopercepción nacida del reflejo a través del "otro". Esto explica por qué todo lo que existe, incluso una roca, es consciente a su manera, reflejándose a través de nosotros, los observadores, quienes confirmamos su existencia separada y la distinguimos de otras formas.

 

Esta concepción adquiere un peso adicional en el contexto de la Física Cuántica, especialmente a través del experimento de la doble rendija, que demostró que las partículas elementales, como los fotones, se comportan como ondas o como partículas, dependiendo de si son observadas. Cuando la partícula no es observada, existe como una onda de potenciales, pero tan pronto como el observador le presta atención, la onda "colapsa" y la partícula aparece como una forma de materia definida. Esto crea la premisa de que la conciencia y el acto del observador son factores esenciales que fuerzan al potencial a convertirse en realidad experimentada, alineándose con la idea de que somos las "piezas" de Dios a través de las cuales el Universo se experimenta materialmente.

 

Finalmente, para conciliar ciencia y espiritualidad, es imperativo aceptar la conciencia como una cualidad fundamental de la existencia, y no solo como actividad cerebral. Al igual que un pastel requiere ciertos ingredientes, el Universo ("Todo Lo Que Es") debe poseer intrínsecamente conciencia. Esta conciencia se manifiesta a través de diferentes expresiones arquetípicas y nombres (Dios, Luz, Creador) que sirven a culturas y experiencias individuales únicas. Cada uno de nosotros es un arquetipo de Dios, experimentándose a sí mismo desde un ángulo único: el prisma específico a través del cual la Conciencia Mayor puede experimentar y conocerse infinitamente.

 

M. S.


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